miércoles, 14 de septiembre de 2011

Capítulo 7: Planes y encuentros imprevistos

Hola! Marina al habla. Este capítulo quizá es un poco largo de más, pero os prometo que no os va a defraudar, besos y gracias por leerlo :) FDO. Destinos (Elenna y Marina)

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Las lágrimas caen sin cesar una tras otra, mientras que todos los muebles a mi paso sufren mi ira y frustración. Tampoco me esfuerzo en parar los constantes sollozos y suspiros que salen de mi boca, poco me importa ya. En un impulso, deshago la cama y tiro las sábanas, las piso con rabia sin dejar de murmurar, y a veces gritar, barbaridades de forma atropellada, sin ningún sentido, y todas las palabras malsonantes que conozco. Obviamente todos los habitantes de la casa estarán esforzándose en ignorar mi escándalo.

Es extraño, aunque Will me haya dejado sola en medio de la tempestad, no puedo evitar seguir queriendo que me comprenda, a pesar de lo traicionada que me siento. Tengo que entenderle yo también, no es fácil creer a una adolescente medio amnésica, pero podría esforzarse algo, un rato antes me ha aterrorizado… En fin, creo que mi hermano es un misterio para mí, y podría jurar que para todo el mundo.

Esta soledad amenaza con oprimirme el corazón, me retuerce la garganta hasta sentirme marchita, soy como una anciana que espera con impaciencia a la muerte, con el único consuelo de sus viejas memorias. No puedo sentirme viva entre estas cuatro paredes eternamente, por una vez quiero algo de normalidad, ser otra adolescente del montón, algo egoísta y superficial, a pesar de que siempre he odiado esas actitudes. ¡Qué lejano se me antoja el pasado! Me da la sensación de que he estado toda una vida aquí (cuando llevo 4 meses), entre silencios y recelos, entre asesinos… Porque sé que lo son. Intento ahuyentar los pocos recuerdos de aquella noche: el gas, el humo, el extraño silencio. Es una realidad que Papá nunca confió en su hermana, la tía Elizabeth. Siempre se han llevado mal, a los once años empecé a darme cuenta, analizando  conversaciones y frases a medio acabar. No sé que pasaría, pero está claro que mis tíos odiaban a mis padres por alguna razón, y quizá la joven Cassandra lo averiguó accidentalmente, por eso me odia. Yo juraría que mis padres eran buenas personas, no se merecían esa muerte, calcinados por las llamas… Ojalá hubiese sucumbido con ellos, Will podría rehacer su vida y ser feliz.

Seguramente podría haber pasado una hora sentada en el suelo, acurrucada bajo las sábanas arrugadas y con la mirada perdida. El tiempo se me va de las manos a menudo. De repente, un ‘click’ desbloquea algo en mi mente, enfoco la mirada de manera repentina y dejo que la idea se forme lentamente. <<Pues claro, ¿por qué no lo había pensado antes? Algo como esto tiene que pensarse con paciencia y en frío, no es una de mis virtudes pero… Por una vez en mucho tiempo, tengo que confiar en mí. Y antes, tengo que demostrarle a Will que no soy una mentirosa, o peor, una lunática. Finalmente podremos rehacer nuestra vida, juntos o solos>> Una sonrisa se refleja en mi rostro.

De repente, Unos carraspeos detienen lo más optimista –y arriesgado- que he pensado en meses. Enfadada, alzo la vista hacia un muchacho de expresión cautelosa y despreocupada, Derek. Inconscientemente grito del susto, era la última persona que esperaba encontrar en mi cuarto. Él pone una mueca que da a entender que se está aguantando la risa, segundo después se pone serio y me estudia de arriba abajo sin más explicaciones. Empiezo a preguntarme que aspecto debo tener, pues el espejo está roto a un extremo del suelo.
-¡Menudo susto! – digo ceñuda, sin saber muy bien qué decir. Él asiente distraído, estudiando ahora mi rostro - ¿Por qué te presentas aquí sin llamar?
Parece volver en sí, sus ojos verdosos se clavan en los míos y medita con cuidado sus palabras.
-Es cierto, ha sido descortés, pero la puerta estaba entreabierta – se encoge de hombros y se sienta junto a mí, no sin antes mirar con sorpresa el desorden que hay por todos lados.
-¿Y ya está? Me pone enferma que…- me interrumpo y le miro esta vez  yo con curiosidad. ¿Por qué voy a ser borde con Derek? Sí, los motivos me sobran, pero quitando lo herida y avergonzada que pueda sentirme en su presencia, que hará unos seis meses que no lo veo, y que las últimas veces que nos vimos no tuvimos conversaciones precisamente fluidas, es el mejor amigo de mi hermano, está aquí para “ayudarlo”, y ya que mi hermano le ha encargado algo, pues yo también tendré un aliado a mi utilidad. Lo siento Derek, pero me debes una.

-Vamos, no te cortes ¿Qué te pone enferma de mí? – cruza las piernas y se acaricia la barbilla, en un intento de hacerse el interesante, esperando a que me ría.
-Nada en realidad – sigue haciendo el tonto y finalmente me río- Resulta patético pero me siento lo suficientemente sola como para aceptar tu compañía, Derek, siéntete halagado – le dedico mi mejor sonrisa, algo a lo que no suelo tener costumbre.
-Así que voy a ser tus sobras… -protesta burlón – Bueno, enana, podrías empezar por ponerme en situación. Ya sabes, tus tíos, primos…. – parece que va a decir algo más, sin embargo me sonríe algo incómodo.
-Tranquilo, ya sé a lo que te refieres – le ayudo – cierra la puerta, no me apetece que se enteren los demás.
Durante la siguiente media hora le cuento prácticamente mi vida los últimos cuatro meses, saltándome esa “ínfima” parte en la que pienso que mis tíos tuvieron algo que ver en la muerte de mis padres y haciendo una versión más anecdótica, claro. Sorprendentemente el tiempo se me hace corto y me río un par de veces con sus comentarios.
Seguimos hablando un rato más, cuando unos golpes a la puerta nos sorprenden y dejan mudos.
-Kathe, soy Will. Vengo a disculparme. Ábreme la puerta.
Derek y yo nos miramos, asustados. A través de gestos y empujones le meto a duras penas en el amplio armario.
-Kathe, no seas orgullosa, ábreme – repite Will impaciente.
Le abro la puerta jadeante y con una sonrisa nerviosa, Will se queda sorprendido al instante.
-Claro, pasa, ten cuidado con los cristales.
Se sienta sobre la cama y al instante me pregunto << ¿Por qué he escondido a Derek? ¿No se supone que si no somos amigos al menos nos llevamos bien, que el propio Will quiere que me “vigile”? Supongo que las viejas costumbres no se olvidan…>> Sonrío cómplice dejando a Will aún más asombrado.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo 6: Palabras Distorsionadas

Las luces del alba tiñen la habitación de invitados. Intento, por última vez, quedarme dormido pero me es imposible. Todo está resultando un completo desastre; creí que si me quedaba aquí, en casa de mis tíos, tendría una relación más sincera con mi hermana, y cuando creí que estaba resultando bien me encontré con esa nota que indicaba que Kathe estaba completamente loca. Me tapo los ojos con la mano y hundo el rostro en la almohada; sé que no es ese el único motivo por el que mis párpados no se cierran…hoy he recordado demasiadas cosas sobre mi pasado: el incendio, mis padres, el incidente…
Maldición. Ahora sí que no voy a poder conciliar el sueño. Me froto los cabellos y me apoyo en el alféizar de la ventana, el sol brilla tenuemente.
-Dime… ¿Qué debo hacer ahora?-susurro al viento, sabiendo que nadie contestará.
La cocina está vacía, y eso me agrada; no me gustaría dar la impresión de que estoy desfallecido porque empezarían las preguntas comprometidas y no me siento con fuerzas como para inventarme escusas sin sentido.
Me preparo unas tostadas y un café, mientras disfruto de mi desayuno analizo toda la estancia. Es muy cálida comparada con mi cuarto (no puedo parar de comparar toda la casa con mi habitación, es cómo si hubieran decidido dejarme el peor espacio), las paredes presentan un naranja apagado que provoca luminosidad. La ventana es lo que destaca del lugar por sus dimensiones.
-Pareces maravillado con la cocina.-el tono de Charles me vuelve a la realidad.- ¿No tenías una más grande en tu mansión?
-¿Sabes que eres un ser despreciable?-inquiero dejando los modales para otra ocasión. Él me mira perplejo como si no creyera  lo que acababa de decir.-Sí, estoy cansado de tú actitud sarcástica, diciendo cosas que sabes que hieren….-Me levanto de la silla y me coloco delante de él.-Pero te diré una cosa, lo único que demuestras con esas palabras es que eres niño que aún no ha madurado.
Con esas palabras regreso a mi, pequeña, habitación y cierro la puerta de un portazo para dar el mensaje de que no quiero que me molesten. Me tumbo en la cama y el sueño acaba por dominar mi subconsciente.
Estoy en una habitación gris, delante de mí hay dos chicos idénticos a mí: uno a mi derecha y otro a la izquierda. Uno sonríe con malicia y el otro, en cambio, llora desesperadamente. ¿Qué es esto? Pienso y sé que ellos pueden oírme pero, sin embargo, no contestan. El “yo” que sonríe se acerca y me susurra al oído: No podemos cambiar nada. No puedes hacer nada. No sirves para nada.
El Will que solloza está inmóvil con la cabeza hacia abajo.
El jaleo que inunda la estancia acaba por angustiarme: los gemidos de sufrimiento y las palabras que tanto he deseado esconde… ahora aparecen en forma de copias de mi persona.
Despierto con el pulso palpitándome en las sienes, tengo que haber estado mucho tiempo dormido porque apenas entra luz por la ventana. Intento convencerme de que sólo ha sido una horrible pesadilla, pero un ruido procedente del jardín me hace las cosas más difíciles. Me incorporo con brusquedad, alerta. El ruido incrementa hasta fijarse en mi ventana: algo o alguien está trepando. Preparo mis manos por si tengo que usar la fuerza, aunque ésta nunca ha estado de mi parte…el ser llega al alféizar y apoya ahí sus piernas para recuperar el equilibrio, la luz de la lámpara se posa en él descubriendo, así, su identidad.
-¡¿Qué haces aquí, Derek?!-pregunto con una palpable frustración.
-Vaya, vaya. Encima que me preocupo por ti.-responde, ya en mi habitación.- ¿No te alegras de verme?
-No. No quiero volver a verte, ¿entiendes? Una de las razones por la que vine aquí era para no tener nada más que ver contigo.
-William, sabes que estamos juntos en esto- La voz burlona de Derek se transforma a una más seria y firme, lo que me inquieta.-No me vas a alejar, como haces con todo.
-Eso no es cierto-espeto.
-¿Qué no lo es? ¿No es cierto que alejas todos los problemas, los entierras en un rincón de tu mente y lo intentas olvidar? El mejor ejemplo es lo que sucedió con tus padres.
-¡Cállate!-grito y él retrocede unos pasos incómodo.-Sí es verdad, tienes razón. Siempre he huido de lo que pueda hacerme daño, pero ¿qué pretendes que haga? No puedo devolverles la vida a mis padres.
-Lo siento, no quería tocar ese tema. ¿Estás…
-¿Bien? No, no lo estoy.- me apoyo en la pared- Esto cada vez es más confuso, creí que si volvía a estar junto a Kathe todo sería más fácil. Creí que podríamos afrontar esto los dos juntos, pero lo que me encontré nada más volver es a mi hermana con problemas de memoria y una nota de sus “supuestas” hipótesis sobre lo que pasó con nuestros padres.
-¿Qué?-consigue decir.
-Nada, bueno ya te tendrás que ir ¿no?
-Will, no tengo a dónde ir. Por eso he venido.-responde con indiferencia.
-Espera… ¿te piensas quedar? ¿Aquí?, ¿y mis tíos?
-Diles que estoy… no sé pero sólo serán un par de días, hasta que encuentre otro lugar.
 -Está bien. Les diré que me ayudarás con… bueno con nadie- me mira sin comprender-olvídalo.
-Espera, ¿con quién?
-Olvídalo-repito.
-¿Pero qué te pasa? Vamos, ¿Es que no confías en mí?
-¡Baja la voz, idiota! – respondo con  impaciencia. Suspiro, tendré que pedírselo- No sé qué ambiente esperabas encontrar aquí… Me preocupa Kathe, pasa demasiadas horas sola, encerrada en sí misma. Necesito, por decirlo de alguna manera, “vigilarla”, y tú me vas a ayudar, no quiero que piense más tonterías. Ni se te ocurra quejarte, ya que te has presentado aquí sin invitación, es lo que te toca. No me dirás que tú propósito era quedarte en casa de un amigo y no hacer nada.
-Está bien, te ayudaré.-encoge los hombros y me dirige una de sus sonrisas burlonas.
-Duerme aquí, yo me quedaré en el salón.
Él asiente conforme, estaba claro que desde el primer momento en que entró por la ventana tenía pensado dormir en una cama y no en el sofá.
Cuando los primeros rayos de luz se precipitan por el tragaluz del salón, noto la presencia de alguien, abro los ojos y aunque mi vista no está completamente enfocada distingo a la tía Elizabeth.
-Ven a la cocina-exige con un tono seco y ronco.
La acompaño hasta dónde me dice, y para mi sorpresa no soy al único al que ha llamado. Kathe, Charles y Cassandra están alrededor de la mesa, al parecer, esperándome. Elizabeth se acerca a su marido y empieza a hablar.
-¿Quién es?
-¿Qué?-logro gesticular.
-Oh, por favor, William.-se cruza de brazos-¿Quién es el que está en tu cuarto?
-Es Derek, un amigo.-respondo tranquilo.
-Y ¿qué hace aquí?
-Bueno, ayer llegó porque estaba preocupado por mí y por Kathe. Y le dije que se quedara para ayudarme con…-me detengo al darme cuenta de lo que estaba apunto de decir. Demasiado tarde.
-Prosigue, por favor.
Suspiro.
-Cómo Kathe ha estado últimamente afectada por los acontecimientos recientes respecto a nuestra familia, le pedí a Derek que se quedara para ayudarme con ella. Además, sólo van a ser unos días.
-De acuerdo.-acepta después de unos minutos en silencio
La cocina se queda vacía en unos momentos, únicamente se queda el silencio, Kathe y yo.
-¿Qué necesito ayuda?-susurra Kathe. Me quedo mudo.-Así que la voz que salía esta noche de tu cuarto era de Derek.
-¿Nos escuchaste?-la ira recorre mi cuerpo.
-Eso quiere decir que piensas que estoy loca-continua, sin contestar a mi pregunta anterior.
-Kathe, seamos realistas; estás afectada por la muerte de nuestros padres, es normal que saques conclusiones y…
-No puedo creer que pienses que se trata de un trauma, papá me apoyaría, siempre lo hacía…
-¡Papá ya no está aquí!-veo mi cara en el reflejo de sus ojos aterrados pero no puedo controlarme, todo esto es demasiado grande para mí…-¡No tiene sentido creerte! ¡Estás loca! Así que…-de sus ojos manan lágrimas, se las seca  con la manga del pijama y sale de la cocina.
Yo me quedo en silencio, aún con mis palabras resonando en mis oídos. ¿Qué estoy haciendo?

jueves, 7 de julio de 2011

Capítulo 5: Confianza bajo dudas

Will abandonó el jardín sin más explicaciones, visiblemente ofendido. Seguidamente me fui yo también, pues sospechaba que de haberme quedado dos segundos más me habría lanzado a Cassandra. Corrí hacia mi habitación con lágrimas en los ojos y una furia que me corroía por dentro, quería que Cassandra sufriese, que pudiera sentir en sus carnes “lo que nos ha pasado”. No sé de dónde sale tanta agresividad, pero desde luego cada día me sorprendo más a mí misma.
Yo que pensaba que estaba acostumbrada a los comentarios de Cassandra, que podía permanecer estoica fuera lo que fuera que dijera… Pero está visto que no es así, a pesar de mi orgullo, hay cosas que no se pueden quedar más que en la cubierta,  pues en el fondo te hieren.
Sólo de pensar que somos de la misma familia, que una vez fuimos amigas y que ahora debo desconfiar de todo aquello que hace, me hace sentir una hormiga en este universo tan cruel. A veces me da por acordarme de ella, de aquellos tiempos felices cuando teníamos siete u ocho años, aunque, quizá no lo eran, simplemente veíamos el mundo con otros ojos.
Por aquel entonces, mi tía Elizabeth se pasaba días en la cama, sin levantar siquiera las persianas. Hacía meses que no la veía, tampoco respondía a las llamadas. Mi padre nos contaba a Will y a mí que estaba enferma, que debíamos cuidar de Charles y Cassandra hasta que se recuperase. Respecto a mi tío, es un hombre retraído, siempre obsesionado con su trabajo, sus acciones e inversiones.
Todo marchaba bien entre Cassandra y yo, incluso íbamos juntas a clases para tocar el piano. Nos gustaba leer e inventar cuentos imposibles, ver películas que luego jugábamos a interpretar y contar historias de miedo por las noches con el fin de asustar a Will, que siempre se encogía de hombros y nos tomaba el pelo. A pesar de nuestros juegos, Charles era un niño solitario y, en ocasiones rudo, lo que ha desembocado en lo que es hoy.
Pero de pronto todo cambió días después de que Cassandra cumpliera nueve años. Llegó a casa como de costumbre, pero estaba diferente, como si no hubiera cumplido un año más, sino cuatro. Su rostro estaba serio, reflejaba una amargura que contrastaba con su rostro infantil. Se acercó a mí y murmuró que me odiaba y que, a partir de ese momento, así lo demostraría. Desde entonces, en las pocas ocasiones en las que nos veíamos, conseguía que compitiéramos en algo, lo que fuera. Por algún motivo quería demostrar que era superior a mí. Con su naturaleza carismática, consigue siempre aquello que quiere de las personas. Pronto mis amigas dejaron de hablarme; en el colegio, al tener la misma edad y ser primas, siempre nos comparaban, y yo no era la que salía victoriosa, pues aunque sacaba buenas notas, sus cualidades eclipsaban las mías; además, al haber sido amigas, conoce mis complejos, lo que me hace más vulnerable. De cara a los demás, hace el papel de prima ejemplar, mientras que yo la ignoro, a mí no se me da bien fingir esas cordialidades, según Will “soy como un libro abierto”.
Suspiro con desgana y me siento frente al escritorio, observando la luna que ilumina vagamente mi habitación. Además de furiosa por Cassandra, me encuentro inquieta, porque tengo la sensación de que Will me ha estado evitando. Durante la cena, intenté que nuestras miradas se encontrasen, tenía la esperanza de encontrar un ápice de complicidad, de comprensión… de que hubiese leído mi nota. Sin embargo estaba concentrado en su plato de sopa como si de una maravilla se tratase. Posiblemente no se ha fijado en la lámpara, Will es capaz de distraerse con cualquier cosa. A pesar de mis comentarios tranquilizadores, soy incapaz de relajarme, el sueño sigue sin venir.
En un intento de distraerme, observo desde la ventana el jardín, oscuro y tranquilo. Seguro que un poco de aire fresco me va bien. Me dispongo a bajar sigilosamente y, tras comprobar que todas las luces de las habitaciones están apagadas, bajo a tientas las escaleras hasta llegar al pasillo. Desorientada, me lleva un buen rato encontrar la cocina, donde se encuentra la entrada al jardín. Cuando me dispongo a girar el pomo silenciosamente, oigo murmullos en la habitación contigua. ¿Estará Will reflexionando en voz alta? Quizá esta es la mejor oportunidad para hablar con él. <<Si estás por ahí husmeando, ésta es la tuya, Cass>> pienso.
-¿Will? –la voz se me quiebra nada más salir de mis labios. Me aclaro la garganta, dispuesta a golpear suavemente la puerta si hace falta.
-¿Pero qué te pasa? Vamos, ¿Es que no confías en mí?- dice una voz masculina a través de la puerta.
-¡Baja la voz, idiota! – responde Will con tono de impaciencia. Suspira y baja el tono, a duras penas consigo escucharle- No sé qué ambiente esperabas encontrar aquí… Me preocupa Kathe, pasa demasiadas horas sola, encerrada en sí misma. Necesito, por decirlo de alguna manera, “vigilarla”, y tú me vas a ayudar, no quiero que piense más tonterías. Ni se te ocurra quejarte, ya que te has presentado aquí sin invitación, es lo que te toca. No me dirás que…
Sin ser apenas consciente de lo que hago, vuelvo por el mismo camino, subiendo las escaleras con cuidado. ¿Quién estaba con Will? ¿Con tonterías se refiere a mi nota? ¿No confía en mí, piensa que son estupideces, que estoy loca? ¿Qué parte de todo esto sabe ese desconocido? ¿Por qué le encomienda que me “vigile”? Las preguntas siguen asaltándome cuando ya estoy de nuevo metida en la cama, y asumo que va a ser una noche larga.

lunes, 4 de julio de 2011

Capítulo 4: Pensamientos opuestos.

La tranquilidad se expande por mi cuerpo provocando la relajación de todos los músculos que tenía en tensión hace unos instantes. Mi hermana me recordaba, pero el miedo que he sentido era tan grande como la posibilidad de que su memoria acabe por suprimirme. La miro, su ironía no ha cambiado, incluso después, de la desgracia que padecemos.
-Tenemos que jugar un partido de bádminton con los primos.- comienza a decir Kathe.
-Interesante.-hago notar mi poco entusiasmo- Voy a dejar mis pertenencias en el cuarto, ¿dónde  está?
-Es aquí mismo, en la habitación de invitados al lado de la cocina.-parece algo temerosa cuando lo dice.
-Volveré en unos minutos.-concluyo la conversación y me dirijo a mi nuevo dormitorio. La apariencia de éste es tal y cómo me lo imaginaba: poco espacioso, con ausencia de mobiliario y bastante frío. Cuidadosamente, coloco mi bolsa sobre la cama.- Así que… ¿esta es mi nueva vida?-Antes de abandonar la estancia muevo mis ojos hasta la pequeña ventana…
Comparada con mi habitación el jardín es inmenso, se palpa que no lo cuidan adecuadamente, pero es un lugar apacible. En el lado izquierdo está la pista de bádminton y en el otro lado sólo hay un trozo de césped con una fuente en su centro.
-¡Eh, Willy!, ¿Empezamos o vas a seguir en las nubes?-el sonido grotesco de la voz de Charles me regresa al partido.
-No me nombres de ese modo.-espeto. Sólo permito que Kathe me llame así.-Y ya podemos empezar.
Charles siempre me ha detestado, por lo que yo siempre he respondido del mismo modo. Creo que la causa pueda ser nuestra diferencia de edad, él tiene diecinueve años y yo veintiuno. Por lo que a menudo se comparaba conmigo y eso acaba por frustrarlo.
-Sacamos nosotros, espero no tirar muy rápido, William.-se frota los cabellos negros y se humedece los labios con la lengua.
Cassandra es otro mundo. Las pocas veces que los visitábamos, ella intentaba acercarse a Kathe, sin embargo, mi hermana la evitaba. Me pregunto si esa situación ha cambiado. Visualizo sus dedos tamborileando en el mango de la raqueta.
-Primer punto, primos.-Charles y Cassandra celebran su victoria con un choque de sus manos.-Os veo a los dos un poco ausentes. ¿Ha pasado algo?-pregunta, inocentemente, Cassandra.
No puedo creer lo que han dicho, ¿qué si ha pasado algo?, ¿de verdad? Mi cabeza se llena de innumerables voces, recuerdos, pesadillas.
-Nada, ¿lo dejamos por hoy?-no espero a su respuesta, la raqueta se precipita de mis dedos mientras me ausento del jardín. Me sorprende haber reprimido mi impulso de gritarles a los dos por la sandez que salió de sus labios.
Sin percatarme he vuelto a mi dormitorio. Me desplomo sobre la cama, dónde también están mis cosas, y me froto los cabellos. Imposible. Esto debe de ser un sueño, debe de se un sueño.
-“No lo es, ya lo sabes”- esa voz procede de mi cabeza, de la parte de mí que sabe que esto es real.
Muevo los ojos por la habitación, entonces me percato de la lámpara que hay cerca de la puerta, me incorporo y recuerdo un juego que Kathe y yo nos inventamos cuando éramos niños. Decido volver y disculparme por mi comportamiento, pero al pasar por al lado de la lámpara descubro un papel sobre ella. No necesito saber que es de Kathe, ella también recordó el juego. Retrocedo hasta quedar junto a la ventana y este es el contenido de la nota:

Will, necesito contarle esto a alguien, y creo que tu eres la persona más indicada. Aquel día, cuando nuestros padres murieron creo que vi al asesino. Desde ese día he sospechado que el asesinato estaba premeditado. El asesino lucía como lucen los de esta familia: no confío en ellos y  espero que me comprendas. Por otra parte siento miedo, miedo de que intenten también acabar con nosotros. Por favor, no pienses que estoy loca.
Destruye esta nota cuando la hayas leído.

Rompo la nota en todos los trozos que son posibles y la lanzo a la papelera. Estoy en blanco. Mi hermana con problemas de memoria y la cual estuvo en casa cuando mataron a nuestros padres y que posee un trauma por lo sucedido…me está diciendo que sospecha de esta familia. Es…imposible.
Hace unos meses, mientras que acudía a la universidad, me transmitieron la noticia de la muerte de mis padres. Volví a casa lo más pronto que me permitieron las piernas. Ella estaba viva, mi hermana que también estaba en casa, se encontraba bien. Lo único que me pudieron decir es que había sido aturdida con un gas que se expandió por toda la casa. Con respecto a nuestros padres…estaban muertos y la casa estaba ardiendo lentamente.
Entonces, al enterarse de lo ocurrido, nuestros tíos decidieron acogernos. Mayormente, por Kathe que aún no tenía la mayoría de edad.
De repente, unos golpes en la puerta, me interrumpen. Una chica de pelos rubios y ojos negros abre la puerta cuidadosamente.
-Will, quería pedirte disculpas. No quería ofenderos, no me refería al acontecimiento de vuestros padres, sino a algo más reciente. Lo siento.- la voz de Cassandra es tranquilizadora, para ser de la misma edad de Kathe parece mucho mayor que ella.
-No importa.-es lo único que logro decir.
“Lo siento Kathe, no puedo creerte.”-pienso.

viernes, 17 de junio de 2011

Capítulo 3: Temores sobre papel

Esa sensación de anhelar algo, de aferrarte a ello poniendo todas tus esperanzas, y que, una vez que ocurre, no sabes cómo reaccionar. Seguramente esa sea la reacción que tuve por la vuelta de Will. Echaba de menos su voz grave y serena y su aura de seriedad y ternura típica de hermano mayor. Había aceptado la soledad por un tiempo indeterminado, pero esta noticia simplemente me había sorprendido con la guardia baja. Will, en este pueblucho de nuevo… Posiblemente infeliz, siempre ha querido ver mundo, conocer otras gentes y culturas, no vivir incomunicado, enfermo de prejuicios como la gran mayoría. ¿Lo que yo quiero? Ni siquiera lo sé, no puedo ir al instituto, ni apenas salir a la calle y ocupo la mayor parte del tiempo en reflexionar, horas y horas, sin más compañía que la propia, y sin noticias del exterior, salvo los cotilleos del vecindario.

Con un gran esfuerzo me levanto de la cama entre bostezos, Will vendrá en unas horas y quiero que piense que soy la Kathe espontánea de siempre.

Me ducho rápidamente, y me pongo uno de los muchos vestidos refinados que no me terminan de gustar, cortesía de mi prima. Me aliso el cabello como bien puedo e incluso me aplico algo de maquillaje para ocultar las ojeras de tantas noches en vela. Ni siquiera voy a bajar a desayunar, anoche llegaron mis primos desde Londres, Cassandra y Charles, los cuales son unos arrogantes, y no me encuentro con ganas de fingir que me alegro de verlos, así que me limito a esperar sentada frente al tocador.

Las imágenes transcurren como millones de diapositivas simultáneamente: cuatro sombras de complexión adulta, discuten, gritan, se dirigen miradas de odio y amargura, yo lo presencio como una espectadora, en la lejanía; de repente, Will me abraza, me dice algo que parece muy importante y me dedica una sonrisa muy triste; ahora una de las sombras discutiendo soy yo, discuto con Will, me mira con tanto odio que se me forma un nudo en la garganta… Una vez más, soy incapaz de decir nada; Despierto en una lujosa cama, todo es demasiado apacible, me pregunto por qué, la ansiedad vuelve a mí y oigo unos ruidos infernales mientras caigo al suelo con mucha lentitud…

-¡Kathe, abre la puerta! No sé por qué esa manía de cerrar con pestillo.
Levanto la cabeza con una violenta sacudida que hace que me golpee la cabeza con el borde del tocador, me he quedado dormida.
-¡Ya voy! – balbuceo.
Finalmente abro la puerta, y allí está mi tía Elizabeth, con un traje chaqueta azul marino muy elegante, algo normal en ella. Sus ojos negros permanecen clavados en mí durante unos segundos, escrutándome de arriba abajo de una manera muy incómoda.
-¿Por qué no bajas a desayunar? Tus primos están aquí, y tienen ganas de verte. Me parece una descortesía por tu parte no saludarlos.- me dedica una mirada seria- Esta tarde hemos organizado un partido de bádminton familiar…como antes - se aclara la garganta y prosigue- Ya los saludarás allí. ¿Estás lista? William vendrá en cuestión de minutos.
-Sí, lo estoy- me esfuerzo en parecer tranquila- me gustaría recibirle yo, si no te importa. Y otra cosa, ¿Cuál es el dormitorio de Will?
-Es la habitación de invitados del 1º piso, al lado de la cocina.- dicho esto, se va sin más explicaciones.
Tras cesar el taconeo, cojo un pedazo de papel y recopilo con letra temblorosa inquietudes e hipótesis que, hasta ahora, no he confiado a nadie, y aparte de Will, seguirá siendo así. Ahora me dirijo con sigilo a la que será su habitación, coloco con cuidado la nota donde, estoy segura, sólo se dará cuenta él.


De repente suena el timbre, y voy a abrir, con la certeza de que es Will. Abro nerviosa la puerta, sin creérmelo aún.

-Perdone, pero… ¿quién es usted?- digo con voz aguda e infantil.
Will me mira con horror y sorpresa, los ojos azules sombríos del tono del mar de madrugada.
-Kathe, tú…- empieza.
Le interrumpo abrazándolo con fuerza y permitiéndome llorar silenciosamente sobre el cuello de su camisa, él me devuelve el abrazo, aunque sigue desconcertado.

-¡Era una broma! Bienvenido a casa. Yo…-me interrumpo, aún no es el momento. Le abrazo con más fuerza aún si cabe - No sabes cuánto te he echado de menos, Willy- me aparto para mirarle y sonreírle con los ojos aún brillantes del llanto.

martes, 7 de junio de 2011

Capítulo 2: Tren de única dirección

Visualizo cada uno de los árboles que se ven reflejados en el cristal empañado del tren. En ese reflejo también me encuentro yo, con la mirada pérdida y afligida, retiro el rostro lo antes posible, me niego a seguir mostrando ese aspecto. Intento mantenerme sereno y mirar al vacío, sin fijarme en nada concreto. Cada vez que el tren se detiene para dejar o recoger a los pasajeros, me percato de que estoy más lejos de mi antigua residencia, he estado bastante tiempo fuera, asistiendo a las clases de la universidad y conviviendo con Derek, mi amigo. Pero todo eso se acabó en el mismo instante en que ocurrió, en una noche de luna menguante, una tragedia que nos estará persiguiendo el resto de nuestra vida como si se tratase de una enfermedad que no tiene cura. Han pasado demasiadas cosas que quisiera enterrar eternamente, pero eso me resulta imposible, aunque una parte de lo sucedido ya se encuentra bajo tierra.
Cierro los ojos. La tía Elizabeth me comentó que últimamente Kathe se siente desorientada, que tiene breves pérdidas de memoria. Pienso que se le pasará tarde o temprano. Vuelvo a posar la mirada en los árboles que pasan rápidos, veloces, dejando sólo una mancha verde y marrón en mi pupila.
El tren se detiene al cabo de unos minutos. Nadie baja en esta parada, pero en cambio una chica entra silenciosamente. Pasa por mi lado buscando un lugar donde poder acomodarse. Me mira al percatarse de que mi sillón izquierdo está libre. Retiro la bolsa que se encontraba en el terciopelo azul y agito la cabeza para indicarle que puede ocupar el lugar que ha dejado mi pertenencia.
No le presto mucha atención, pero noto como me analiza con los ojos sin disimular. Me trago el impulso de espetarle que deje de mirarme así.
-Tus ojos son azules, como el cielo que se cierne sobre nosotros hoy.- lo dice en un tono parecido al de los poetas al recitar sus obras. La miro.- ¿Vienes de lejos?
-¿Perdona?- intento notar mi tono perplejo.
-El equipaje que tienes, en tu compartimento, encima de tu cabeza. Es bastante grande para ser de los alrededores.
-Sí. Quiero decir, sí he hecho un viaje largo.- Coloco el hombro en el fino filo de la ventana, y apoyo mi mejilla en el puño.- ¿Y tú? ¿vas a algún lugar lejano?
-A las estrellas.-manifiesta y por el rabillo del ojo puedo advertir cierta tristeza.-O algún lugar lejos de mis recuerdos. Qué cosas digo, debo parecer estúpida. Puedes reírte si quieres.
-No veo la razón.-El tren se detiene de nuevo, con una leve sacudida. Es mi parada.-Te veré en ese lugar, yo también lo busco.-Por primera vez, en todo el trayecto, la miro directamente. Ella posee en sus ojos el color de los árboles.
Estoy ante la gran casa de mis tíos. La que ahora se convertirá, inevitablemente, en la nuestra: la de mi hermana y la mía. Vacilo si tocar el timbre o entrar directamente. Opto por la primera opción, me parece una descortesía entrar de la otra manera, después de todo nos han dejado quedarnos aquí.
Me sorprende quién responde a mi llamada: Kathe, con un vestido blanco de encajes que nunca pensé en verle. Pasa sus ojos azules por todo mi ser.
-Perdone, pero… ¿quién es usted?-pregunta con esa voz aguda que pone siempre cuando habla con una persona mayor que ella, la cual no conoce.
Se me cae el alma a los pies… ¿Se ha olvidado de mí, de su propio hermano?

sábado, 28 de mayo de 2011

Capítulo 1: Nebulosa

Se escuchan pequeños ruidos sobre mi puerta que interrumpen mis pensamientos.
-Puedes pasar.- digo algo distraída aún.
-Katherine, el almuerzo ya está listo, los señores te están esperando.- dice Claire inclinándose levemente. Claire era la sirvienta de la casa, de unos cuarenta y pocos años. Siempre ha sido dicharachera y algo chismosa, aunque en estos últimos tiempos siempre tiene una expresión inescrutable.
-Enseguida voy, Claire.
A los tíos les gusta que yo esté arreglada siempre, pues últimamente no faltan las visitas por “casa”… (Aún me cuesta asimilar esto como algo mío, aunque bueno, por costarme asimilar, me cuesta asimilar todo cuanto me rodea).
Sin muchos ánimos, me saco el pijama y me pongo uno de los vestidos de niña angelical del armario. Me paro y me observo un momento en el espejo. Tengo las puntas del pelo cada una hacia un lado sin ningún orden y mis ojos pálidos tienen un deje de inquietud y melancolía, como si esperase algo malo de un momento a otro. Últimamente siempre es así.
Mirando la hora, me recojo el pelo y me dirijo escaleras abajo.
Sigo con mis pensamientos cada vez más cíclicos, el problema es que me cuesta mucho concentrarme en ordenar mis pensamientos. Mi vida actualmente está lejos de ser de lo más normal: todos los días vienen vecinos, viejos conocidos, toman el té con nosotros, comparten sus lamentaciones y se van. La atmósfera siempre es tensa, pero sobre todo triste y vacía, exactamente como mi mente. En ella hay diferentes intervalos: a veces, me siento frustrada y enfadada con todo lo que me rodea, me entran ganas de correr, de llorar sin preocuparme de que luego nadie vea mi rostro, de que nadie pueda juzgarme o sentir lástima por mí. No necesito la compasión de nadie, ni siquiera la mía.
Según me dijo el doctor tras muchas divagaciones, sufro estrés postraumático, por lo que me siento desorientada a menudo y a su vez tengo amnesia con respecto al 5 de Abril, ya que según el doctor unos acontecimientos perturbadores bloquearon mi mente. De esos supuestos acontecimientos soy a medias conciente, a veces siento un ‘click’ en mi cabeza y se me vienen imágenes: despierto en mi casa sin recordar haberme ido a dormir, todo es apacible, demasiado apacible y de repente, sólo siento mucha ansiedad, acto seguido una ráfaga de dolor me atraviesa el corazón y ya no soy capaz de pensar nada en lo que queda de día, mi cabeza se convierte en una simple negrura.
-¿Kathe? Kathe soy yo, tu tía, responde.
Mierda, a saber cuanto tiempo llevo divagando. Mi tía me sujeta levemente por la cintura, aunque ella tiene peor aspecto que yo, parece ansiosa. Escaleras abajo se encuentra mi tío, trajeado, como siempre y Claire, ambos con cara de póquer.
-Sí tía, sólo estaba reflexionando... .- digo con reticencia.
-Claro, no te preocupes. Vamos, te ayudaré a bajar .- empieza ella.
-No tía, tengo casi 17 años, creo que puedo bajar unas estúpidas escaleras .- murmuro, furiosa de repente de ser el centro de atención.
-Como quieras – concluye

El almuerzo se caracteriza por el único sonido de los cubiertos, como siempre, pero algo ha cambiado hoy: mis tíos parecen algo nerviosos y se lanzan miradas constantemente, fijándose a su vez en mí.
-¿Ha pasado algo que yo no sepa? Quiero decir, algo más aparte de todo lo que me ocultáis, claro. – sonrió con amargura y miro directamente a mis tíos, en un intento de intimidación.
-William vuelve a casa mañana, Kathe.